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El paisaje que encontramos al llegar al Hayedo de Tejera Negra es un valle fluvial con vegetación de robledal y de pinar de pino silvestre procedente de repoblación, matorral de diversas especies y praderas junto al río. Las hayas están localizadas en la parte más distante, al fondo del valle.
Este paraje comprende el tramo alto de los valles de los ríos Lillas y Zarzas, que se disponen más o menos paralelos, con orientación noroeste-sureste y abiertos a poniente. Sus cabeceras las flanquean altas y afiladas crestas rocosas con altitudes entre 1900 -2000 m.
Este hayedo fue talado a mata rasa al menos en dos ocasiones (1860 y 1960). Por ello, los ejemplares de haya que encontramos son relativamente jóvenes, procedentes del rebrote de los tocones de árboles cortados, aunque en algunas zonas existen ejemplares de más de 300 años.
Los cambios de tonalidad a lo largo de las estaciones del año dan a los hayedos una gran vistosidad, en la que reside parte de su belleza y su principal atractivo turístico. Tras un largo período de reposo invernal, de unos siete meses, en los que las hayas se encuentran sin hojas, brotan sobre mediados del mes de mayo, de un color vivo verde claro que, según van madurando tornan a verde oscuro. La disposición de las ramas y hojas de las hayas, perpendiculares a los rayos solares, no permite casi la entrada de luz, siendo por ello bosques de gran umbrosidad. Con el otoño, aparecen las tonalidades amarillas, rojizas y marrones, variando estas en función de la climatología del año, tanto en matices como en duración, teniendo su momento álgido normalmente en octubre; aunque, si los veranos son secos, las hayas adelantan la caída de la hoja tornando de verde a marrón rápidamente, desde el mes de septiembre. A partir de noviembre, la capa de hojas caída al suelo, junto con las lluvias otoñales, confiere a los hayedos otro aspecto, en el que destaca el contraste de sus troncos blanquecinos cubiertos por musgo y líquenes contra los tonos marrones del suelo cubierto por hojarasca, y las fragancias otoñales a tierra mojada y a setas, que, junto con una mayor visibilidad por la ausencia de hojas en las copas, hace que sea una época igualmente atractiva para disfrutarlo.
Pero no solo las hayas conforman la belleza de este lugar: los robles, presentes desde la entrada al mismo y que cubren gran parte de sus laderas, con sus tonos verde claros, que en otoño tornan pardos más amarillentos que los de las hayas, y otros árboles, más escasos, como serbales, arces, tejos o abedules, junto con las verdes praderas, o el matorral en flor en primavera, contribuyen a aumentar la belleza de este espacio.
Fuente: http://agricultura.jccm.es
Los grupos que más fácilmente podremos observar serán los reptiles y las aves:
Entre los primeros, lagarto verdinegro o diferentes especies de lagartijas. Entre las aves, podremos observar junto al río petirrojos, chochines, mirlos, o lavanderas inconfundibles estas últimas por el movimiento oscilante de su cola cuando están posadas en el suelo.
En las zonas de matorral, perdices, y en el bosque, pequeñas aves insectívoras como carboneros garrapinos, carboneros comunes, mitos, herrerillos comunes, pinzones vulgares, reyezuelos listados y trepadores azules.
Más difíciles de ver, serán las rapaces, como el gavilán, azor, ratonero y águila culebrera por el día, o los cárabos y búhos chicos por la noche. En los roquedos de las zonas chovas piquirrojas, aviones roqueros, vencejos comunes y buitres leonados.
Los mamíferos presentes son: jabalíes, corzos, ardillas, lirones caretos, comadrejas, gatos monteses , ginetas y garduñas y en las zonas más altas, liebres ibéricas. En las zonas de pastizales junto al río, topo, musgaño de cabrera o nutria.
Hay que destacar la gran variedad de murciélagos que con nueve especies representadas hacen de esta zona uno de los espacios a nivel autonómico más altas, con duras condiciones ambientales.
En el medio acuático destaca la presencia de trucha común y diversos anfibios, como la salamandra común y el tritón jaspeado. Los invertebrados presentes son innumerables y, aunque de pequeño tamaño, suponen un pilar fundamental en la cadena trófica y aumentan la biodiversidad del espacio.
Fuente: http://agricultura.jccm.es
Lo primero que destaca al entrar a este paraje son las masas de roble melojo y de pino silvestre, procedente este último de repoblación forestal y los pastizales junto al río.
Pero el mayor atractivo de la zona lo constituye la masa forestal de hayas, especie protegida en Castilla-La Mancha, que, con una extensión cercana a las 400 Has, se ubica al fondo de los valles, en las cabeceras de los ríos Lillas y Zarzas. Las más viejas se localizan en los lugares más inaccesibles, donde sobrevivieron a la corta de leña y producción de carbón y a los desbroces y talas para transformar el bosque en pastizal para el ganado.
De forma aislada o en pequeños grupos podemos encontrar tejos (anteriormente más extensos y que dieron nombre al hayedo, por su oscuro color verde), acebos, abedules, serbales, arces, mostajos y olmos de montaña, todas ellas especies arbóreas protegidas en Castilla-La Mancha, y que se ubican normalmente en las zonas con mayor humedad edáfica o en los barrancos.
Bajo las hayas, el matorral es escaso pero en los espacios abiertos entre robledales y hayedos encontramos distintos tipos de matorral arbustivo: de leguminosas de tipo retamoide y con flor amarilla, como la retama negra, el codeso o la hiniesta; brezos de flor rosada y de flor blanca, que aportan gran colorido al paisaje. En los lugares más degradados y de suelos más pobres es la jara estepa la especie de matorral dominante. Como matorral rastrero podremos ver gayuba, que cubre el suelo a modo de alfombra verde, arándanos, que se tornan rojizos en otoño y enebros rastreros, que los distinguiremos por su hoja pinchuda.
Por último resaltar la gran variedad de hongos y líquenes que crecen en el Hayedo, bioindicadores de ecosistemas bien conservados.
Fuente: http://agricultura.jccm.es
Las rocas presentes en esta zona son fundamentalmente pizarras y cuarcitas, que forman al descomponerse suelos ácidos pobres en sustancias nutritivas, pero ricos en materia orgánica poco descompuesta. La formación primaria del relieve se produjo en el plegamiento hercínico al final de la era primaria.
Destaca la presencia de Elementos Geomorfológicos de Intéres Especial, protegidos en Castilla-La Mancha: pedrizas y crestones cuarcíticos relevantes.
Fuente: http://agricultura.jccm.es
En el cercano pueblo de Cantalojas, podremos disfrutar de la belleza de unos de los pueblos incluidos en la zona de Arquitectura Negra de Guadalajara, en el que destacan por su originalidad los muros de piedra en las fincas que rodean el pueblo.
Fuente: http://agricultura.jccm.es
La importancia de este hayedo no reside en su extensión sino en su localización, en el centro peninsular, pues los hayedos son más característicos de las montañas húmedas situadas más al norte de estas latitudes, que en España coinciden con el eje cántabro-pirenaico. Su presencia en la zona centro de España se debe a que es un bosque relíctico, que se estableció en épocas anteriores en que el clima era más frío y húmedo que en la actualidad, y que se ha conservado en los valles más umbríos, donde la topografía favorece la formación de nieblas y mayores precipitaciones.
Este hayedo constituye, junto con los de Montejo de la Sierra (Madrid), Riofrío de Riaza (Segovia) y puertos de Beceite (Tarragona), las manifestaciones más al sur de la península ibérica de este tipo de bosques.
Fuente: http://agricultura.jccm.es
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